lunes, 26 de mayo de 2008

Cultura idiota (by Chiche Gelblung)


Gracias Maestro!!!

Cultura idiota es la que genera un selecto conjunto de personajes (del mundo de la cultura, la política y el espectáculo) que emite un cierto tipo de mensaje que es música para los oídos de una creciente masa que, atontada por factores varios, ha perdido dosis enormes de capacidad de discernimiento.

Basada exclusivamente en íconos y referentes tan soberbios como inconsistentes en sus elucubraciones, la cultura idiota es una plaga que ha invadido los medios para instalarse bajo demagógicas fachadas de “ideas progre”, “periodistas buena onda” o “actores comprometidos” (por los dos minutos que dura el spot comercial) con el medioambiente o los chicos que no tienen qué comer.



Agotada por el solo hecho de vivir en la Argentina, abocada su energía a no desbarrancar en el fango de la pobreza, la clase media ha caído en la trampa. Estafada en su buena fe, ha comprado sin chequear supuestos contenidos profundos vendidos por pseudointelectuales que se disfrazan y actúan de cultos (poniendo cara de culo ante cualquier circunstancia y hablando aburrido para no incurrir en el pecado de la frivolidad).



Por norma “religiosa” estos abstemios de temas populares y/o de interés para la media de la gente tienen por norma referirse a cuestiones tan interesantes para el argentino medio como la incidencia de último tratado de paz nuclear sobre los habitantes del Lejano Oriente o a la relación entre la historia del antiguo Egipto con los emprendimientos de los “Sin Tierra”. Ningún intelectual hecho y derecho osaría elogiar una película de Superman o Batman (que por supuesta ven a escondidas en su casa tras comprar un DVD trucho) aunque fuera una genialidad del entretenimiento o incluso una metáfora que supera la mera acción.



Sin embargo, sí incluyen dentro de su menú de audaces provocaciones al sistema la osadía de ponerse una remera con el logo o la cara de un superhéroe, metamensaje que, según los entendidos constituiría “una crítica clara, mordaz y vigorosa contra la falsa ilusión propiciada por el capitalismo salvaje y sus imágenes vacías de contenidos cuyo único objetivo es deculturizar al pueblo”.



¿Suena muy boludo? Para cualquier par de oídos con una mínima cuota de lucidez, la respuesta es SÍ.



Sin embargo, gracias a su propia resistencia a transmitir sus tediosas frases largas por los “despreciables medios masivos”, los “pensadores de alto rango” evitan a las masas la ardua tarea de tener que escucharlos.



Lamentablemente no pasa lo mismo con los auténticos íconos de la cultura idiota, seres sin lecturas ni contenidos que por motu propio o azarosa elección popular encaran los valores, el humor y las ideas con mejor “prensa”.



Paradigma perfecto de esta “gran nada” fue durante varios años (¿el actor? ¿fisicoculturista?) Fabián Gianola, quien, desde su silla de conductor de TVR bajaba línea sobre lo bueno y lo malo no sólo de la televisión, sino en el mundo de la política y el periodismo (todo esto, por supuesto, después de sacarse el traje blanco con el que desafiaba a la blancura a mujeres sorprendidaspor lo limpias que quedaban las medias de los chicos). Programa, aviso y protagonistas son claros símbolos de la efectividad de la cultura idiota.



Otro referente de la atontada realidad es Alfredo Casero quien, a su pesar, se ha convertido en un efigie monumental de este movimiento que los argentinos han consagrado como símbolo de su propia decadencia. Decretado “gracioso por excelencia”, cualquier estupidez que diga producirá risas y gritos de orgasmo entre los críticos y periodistas del auditorio.



Algo similar (aunque de menor alcance) ocurre con el músico/comentarista/columnista Gillespie: basta con que se acomode sus lentes en cámara y diga “Buenas noches” para que todos celebren una inexistente genialidad.



Para completar la idea hay que incluir en el catálogo de ejemplos al Número 1. Más allá de una producción sin precedentes para la televisión argentina y de una recuperación que todos hemos celebrado, el inexistente contenido de las conversaciones mantenidas en La noche del 10 (superprograma conducido por Maradona) resultó tan destacable como el excelente rating que acompañó a la emisión, ratificando el paupérrimo nivel de exigencia del televidente medio.



¿Es la televisión el epicentro de la estupidez? Tal vez. Es más: puede que sea su órgano de difusión por excelencia, pero seguro que no es la única fuente de idiotez, ni mucho menos.



Dentro de los hogares hay decenas de elementos y costumbres que colaboran a empañar la inteligencia de los habitantes de la casa. Expresiones concretas de ello son los campeonatos de ringtones en los celulares de última generación de padres e hijos (sea cual fuera su edad), los adornos y disfraces que apasionan a las clases altas durante las celebraciones de Halloween o San Valentín y las Play Station o los videos de Pilates que circundan las inmediaciones de los televisores plasma cada vez más chatos y caros.



Mucho peor que la más vil de las invasiones extraterrestres imaginadas por Orson Wells, la cultura idiota salió de la cueva para quedarse con lo poco que les queda a los argentinos: el sentido común, la capacidad de disfrutar de una charla en familia y un, hasta ahora privilegiado, sentido del humor.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

aprenda a hacer caca televisiva. es la consigna de hoy en dia! que pasa? es lo que mas vende, pero porque la gente lo compra?
hace rato q no tengo cable, y estoy bien con eso

el estail esta en tu interior.. usalo

otro dijo...

voçe sei un bokon.. escribe mucho para no decir nada.. y encima no hace lo que tiene que hacer..